La industria europea del automóvil enfrenta una crisis de abastecimiento tras una nueva disputa comercial con China. La falta de chips, materiales críticos y baterías amenaza la producción de los principales fabricantes del continente.
Industria europea del automóvil: un gigante en crisis de suministros
La industria europea del automóvil vuelve a enfrentar turbulencias que ponen en duda su estabilidad.
Tras una serie de disputas comerciales entre China y los Países Bajos, el proveedor de semiconductores Nexperia —con sede en Europa y propiedad china— advirtió sobre una posible interrupción en la cadena de suministro.
La noticia ha provocado alarma entre los fabricantes alemanes, franceses e italianos, que dependen críticamente de componentes electrónicos para mantener su producción.
El conflicto se suma a una escasez de materias primas esenciales para los motores eléctricos y a la caída del 31 % en las exportaciones chinas de tierras raras durante septiembre, comparado con el mes anterior.
El impacto ya se siente en el corazón industrial de Europa, donde las plantas de Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz evalúan medidas de emergencia para evitar paros técnicos.
El papel clave de los chips en la industria europea del automóvil
Los chips son el cerebro de cada vehículo moderno. Desde los sistemas de seguridad y navegación hasta los sensores de autonomía, todos dependen de semiconductores avanzados.
Cuando el flujo de estos componentes se interrumpe, la industria europea del automóvil entra en un cuello de botella que afecta directamente la economía del continente.
El especialista Andreas Herrmann, de la Universidad de St. Gallen en Zúrich, lo resume así: “El motor de combustión no es solo una pieza del coche; es el corazón competitivo de Europa”.
Sin embargo, ese corazón late cada vez más al ritmo de las fábricas asiáticas, principalmente chinas y taiwanesas.
Una dependencia que Europa no logra romper
A pesar de las lecciones de la pandemia del 2021, cuando la falta de chips paralizó miles de líneas de ensamblaje, la industria europea del automóvil no logró reducir su dependencia de Asia.
La mayoría de los chips automotrices siguen fabricándose en China, Corea del Sur, Taiwán y Japón.
Europa intentó reaccionar con la construcción de nuevas plantas, como la anunciada fábrica de TSMC en Dresde, Alemania, prevista para 2027. Pero los expertos advierten que esos proyectos tardarán años en rendir frutos.
La presidenta de la Asociación de Fabricantes Europeos de Automóviles (ACEA), Sigrid de Vries, reconoció que “la diversificación de proveedores es un avance, pero el riesgo de interrupción sigue latente”.
Escasez de tierras raras: el otro gran problema
Además de los chips, la industria europea del automóvil depende en gran medida de China para obtener tierras raras, materiales indispensables en los motores eléctricos, las baterías y los sistemas de imanes permanentes.
Más del 90 % de las importaciones europeas de tierras raras provienen del gigante asiático, según un estudio del Instituto MERICS de Berlín.
En octubre, Pekín introdujo un nuevo sistema de licencias para la exportación de estos materiales, una medida que podría ralentizar aún más el suministro a Europa.
Los fabricantes temen que esta decisión complique la transición hacia la movilidad eléctrica, uno de los pilares del Pacto Verde Europeo.
El fantasma del caso Nexperia
La disputa por la planta de chips de Nexperia en los Países Bajos ilustra la fragilidad de la cadena de valor europea.
El gobierno neerlandés ha cuestionado el control chino sobre la empresa, alegando motivos de seguridad nacional.
Esta tensión ha puesto en pausa inversiones millonarias y amenaza con afectar la producción de componentes esenciales para la industria europea del automóvil.
Mientras tanto, los fabricantes alemanes presionan a Bruselas para establecer una política industrial común que proteja el acceso a semiconductores y materiales críticos, sin depender de potencias extranjeras.
La lección que Europa no aprendió
Durante la pandemia, el bloqueo global de chips obligó a las automotrices a reducir turnos y suspender modelos.
Prometieron diversificar la producción y evitar futuras crisis, pero el resultado demuestra que los avances han sido limitados.
Las promesas de soberanía tecnológica siguen chocando con la realidad económica: fabricar chips en Europa es más costoso y lento que importar.
Hoy, la industria europea del automóvil se enfrenta nuevamente a la posibilidad de detener líneas de ensamblaje por una combinación de factores: escasez, tensiones geopolíticas y caída de la demanda de vehículos eléctricos.
La batalla de las baterías
El futuro de la movilidad eléctrica depende de las baterías, que representan casi el 30 % del valor de un vehículo.
Europa aspira a producirlas internamente, pero todavía depende de proveedores asiáticos.
El fracaso de Northvolt, el mayor proyecto europeo de fabricación de baterías, que se declaró en bancarrota en 2024, demostró la fragilidad del ecosistema continental.
Ahora, compañías como PowerCo (subsidiaria de Volkswagen) y Verkor (liderada por Renault) intentan llenar el vacío, aunque los desafíos financieros y tecnológicos son enormes.
La industria europea del automóvil necesita tiempo, inversión y apoyo político para competir con el liderazgo de China y Corea del Sur en la producción de baterías.
Empleo y riesgo económico
El impacto de esta crisis no es solo tecnológico, sino también laboral.
Según la Asociación Alemana de la Industria Automotriz (VDA), alrededor de 773.000 personas trabajaban en el sector en 2024. Sin embargo, se han perdido más de 52.000 empleos en un año.
La VDA advierte que, sin una estrategia de reindustrialización, hasta el 23 % del valor añadido por coche podría desplazarse fuera de la Unión Europea para 2030.
La industria europea del automóvil se encuentra en una encrucijada: digitalizarse y electrificarse sin destruir su propio tejido laboral.
Pequeños signos de esperanza
A pesar de las dificultades, hay motivos para un optimismo prudente.
Volkswagen avanza en su gigafábrica de baterías en Salzgitter, mientras Verkor construye otra en Dunkerque, Francia.
Nuevas tecnologías permiten reducir el uso de tierras raras, como el motor eléctrico desarrollado por ZF en Friedrichshafen, que ya no las requiere.
Además, BMW y Mercedes han recibido elogios por sus SUV eléctricos, mientras Volkswagen prepara una nueva línea de coches eléctricos asequibles, con precios en torno a los 25.000 euros.
Estos pasos demuestran que la industria europea del automóvil busca reinventarse sin perder su identidad.
La necesidad de una estrategia común
Europa debe decidir si quiere ser un actor industrial o un consumidor de tecnología importada.
Analistas del Instituto Bruegel afirman que el continente necesita una política industrial “coherente, valiente y pragmática” para garantizar su autonomía estratégica.
Esto incluye incentivos fiscales, inversión en I+D y formación técnica para las nuevas generaciones.
Sin estas medidas, la industria europea del automóvil corre el riesgo de perder su liderazgo histórico frente a competidores más ágiles y mejor financiados.
Conclusión: un motor en pausa, no apagado
La situación actual demuestra que la industria europea del automóvil atraviesa una de las crisis más profundas de su historia moderna.
Sin embargo, también se encuentra en un proceso de transformación que podría redefinir su papel en la economía global.
Si Europa logra estabilizar sus cadenas de suministro, invertir en producción local y desarrollar tecnologías limpias, puede salir fortalecida.
El reto está en no depender de decisiones ajenas, sino en diseñar su propio futuro industrial.
Información cortesía de DW.
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