El viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, advirtió este miércoles que la entrega de misiles de crucero Tomahawk a Ucrania supondría «un paso de escalada muy serio» que transformaría de forma cualitativa el escenario del conflicto, aunque —subrayó— no alteraría la determinación de Moscú de alcanzar los objetivos que se ha fijado en su operación militar.
Rusia advierte de un «paso de escalada muy serio» y plantea las limitaciones técnicas y políticas
En declaraciones a la prensa, Riabkov trazó una doble lectura: por un lado reconoció que la introducción de armas de largo alcance en manos de Kiev implicaría un «cambio sustancial y cualitativo»; por otro, relativizó su impacto militar directo al apuntar a limitaciones prácticas —la necesidad de plataformas de lanzamiento, personal especializado y software de apoyo— que, en su opinión, harían improbable un uso autónomo y eficaz de esos misiles sin la intervención o asistencia estadounidense.
Limitaciones técnicas y dependencia operativa
Los Tomahawk son misiles de crucero de largo alcance originalmente concebidos para ser lanzados desde buques y submarinos. Riabkov insistió en que su empleo no es “plug-and-play”: además del misil, hacen falta lanzadores compatibles, sistemas de integración, procesos logísticos y equipos de mando y control que garanticen la navegabilidad, la reprogramación de coordenadas y la gestión del tránsito por zonas aéreas complejas. Según Moscú, esto implica que, de suministrarse los Tomahawk, su utilización efectiva podría depender, de hecho, de personal e infraestructura estadounidense.
Expertos militares consultados por distintos medios coinciden en que la transferencia pura y simple de misiles sin el soporte logístico y de instrucción reduce mucho su utilidad operativa. No obstante, también advierten que la mera existencia de ese armamento en el inventario ucraniano obligaría a replantear defensas y despliegues, elevando el riesgo de escaladas y errores de cálculo.
Consecuencias diplomáticas: ¿colapso del puente de diálogo?
La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, María Zajárova, advirtió que el suministro de Tomahawks dañaría de manera «irreparable» las incipientes señales de reanudación del diálogo bilateral entre Moscú y Washington, en referencia a los contactos que incluyeron la reunión en Anchorage entre los presidentes Vladímir Putin y Donald Trump.
Riabkov agregó que «el impulso de Anchorage a favor de un acuerdo … se ha visto en gran medida agotado» por la continuidad de políticas y presiones a favor de prolongar el conflicto, en particular desde algunos sectores europeos que, según Moscú, presionan para mantener el flujo de armamento a Kiev.
Escenarios posibles y respuesta rusa
Desde el punto de vista estratégico de Moscú, Moscú ha señalado varias vías de respuesta si se materializa el suministro. Van desde la intensificación de operaciones para neutralizar capacidades ucranianas de lanzar ataques de largo alcance hasta medidas de represalia dirigidas contra la logística y los sistemas empleados para integrar esas armas —incluidas, según la retórica oficial, medidas contra plataformas de lanzamiento y bases desde donde se coordinaría su uso.
En el terreno diplomático, los anuncios rusos buscan también presionar a aliados de Washington para que disuadan a Estados Unidos de avanzar en la entrega. Zajárova instó a «ejercer máxima moderación» y subrayó que Moscú seguirá «atentamente» la evolución de la situación.
La posición estadounidense y el factor Trump
Por su parte, el presidente Donald Trump no cerró la puerta al envío de misiles de crucero, y aseguró que desea saber «qué hacen con ellos» y «adónde los envían» antes de tomar una decisión definitiva. La vacilación estadounidense añade una capa de incertidumbre: algunos sectores del Gobierno en Washington muestran disposición a suministrar capacidades ofensivas de mayor alcance, mientras que otros, conscientes del riesgo de escalada, abogan por restricciones y coordinación con la OTAN.
La posible entrega también reaviva el debate interno en Europa sobre la línea roja: ¿hasta qué punto los aliados están dispuestos a facilitar armas que amplíen el teatro de operaciones más allá de las fronteras ucranianas y obliguen a Rusia a responder con mayor contundencia?
Implicaciones militares: ¿cambia la correlación de fuerzas?
Analistas señalan que Moscú, en términos puramente operativos, un lote de Tomahawk no garantiza por sí solo un vuelco del conflicto. La efectividad de misiles de crucero depende de inteligencia de calidad, vigilancia, geolocalización precisa y la capacidad de evitar o saturar defensas antimisiles. Sin embargo, la introducción de esos misiles podría ampliar el catálogo de objetivos alcanzables desde Ucrania —infraestructura logística, nodos de mando o sistemas de suministro— con el consiguiente efecto disuasorio sobre determinadas actividades rusas.
Desde Moscú, la argumentación oficial ha sido consistente: cualquier paso que implique armamento de largo alcance por parte de Kiev será interpretado como una escalada que obliga a revisar doctrinas y despliegues, sin que ello modifique, según la Cancillería, la voluntad rusa de proseguir su operación militar.
Riesgo de error y la nitidez de las líneas rojas
Una de las preocupaciones más mencionadas por diplomáticos y estrategas es la frágil línea que separa una entrega limitada de armas y la implicación directa de fuerzas extranjeras en operaciones ofensivas. Si el empleo de misiles requiere apoyo técnico o personal extranjero, la situación podría conducir a un escenario donde proliferan los incidentes entre potencias, con un riesgo incrementado de confrontación indirecta o accidental.
La comunidad internacional Moscú observa con atención la evolución de la decisión en Washington. El dilema es complejo: proporcionar capacidades que ayuden a Ucrania a defenderse, o evitar medidas que puedan provocar una escalada irreversible entre grandes potencias.
Conclusión
La discusión sobre los Tomahawk trasciende el arma misma y pone en relieve la fragilidad de la estabilidad global. Para Moscú, la mera posibilidad de suministro es motivo de alarma y justifica advertencias enérgicas. Para Estados Unidos y sus aliados, constituye un instrumento más en la caja de herramientas de asistencia militar a Kiev, con beneficios tácticos potenciales pero con costos estratégicos y políticos no despreciables.
En el corto plazo, la decisión final de Washington determinará si la crisis entra en una nueva fase de tensiones abiertas con implicaciones que podrían afectar no solo a la región ucraniana, sino a la arquitectura de seguridad euroatlántica y a las posibilidades de retomar canales de diálogo ya tanteados en encuentros como el de Anchorage.
Información Cortesía de RT
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