Operativo El director general de la Policía Nacional Civil (PNC), David Boteo, explicó la dificultad de incursionar en sectores como el barrio El Gallito, zona 3 de la capital, donde las estructuras criminales mantienen control territorial. El último operativo dejó en evidencia los riesgos que enfrentan los agentes y el reto de recuperar espacios urbanos para la ciudadanía.
El Gallito: un barrio con historia de violencia
El barrio El Gallito, ubicado en la zona 3 de la Ciudad de Guatemala, se ha caracterizado por décadas como un territorio complejo para las fuerzas de seguridad. Su ubicación estratégica cerca del Cementerio General, sus calles estrechas y pasajes laberínticos lo convierten en un punto donde las pandillas han encontrado refugio y han construido redes de control social.
Informes de seguridad revelan que desde los años 90, El Gallito ha sido escenario de enfrentamientos entre pandillas rivales, así como operaciones de narcotráfico al menudeo, extorsión a comerciantes y uso del territorio como punto de distribución de drogas.
La versión oficial de la PNC
David Boteo, director de la PNC, señaló que incursionar en barrios como El Gallito representa uno de los mayores desafíos operativos. “El terreno es hostil, no solo por la presencia de estructuras armadas, sino por la forma en que las calles fueron tomadas por el crimen organizado. Entrar significa exponerse a emboscadas y enfrentamientos”, explicó.
Según la PNC, el operativo más reciente tuvo como objetivo desarticular una célula de distribución de armas y drogas. La acción incluyó cateos en varias viviendas y patrullajes en calles principales y pasajes. Durante la operación se registraron intercambios de disparos que, aunque no dejaron bajas en la policía, sí evidenciaron la resistencia de los grupos criminales.
Resultados del operativo
- 17 personas capturadas con antecedentes vinculados a pandillas y delitos de portación ilegal de armas.
- Decomiso de fusiles, pistolas, chalecos antibalas y municiones.
- Localización de bodegas improvisadas utilizadas como centros de acopio de drogas.
- Rescate de menores de edad que estaban siendo utilizados como vigías.
El Ministerio Público acompañó las diligencias judiciales, asegurando que se respetaron los protocolos legales en cada allanamiento.
El reto de incursionar en territorios controlados
La complejidad de incursionar en El Gallito no radica únicamente en lo geográfico, sino también en lo social. Muchos vecinos, por miedo, evitan colaborar con las fuerzas de seguridad. En algunos casos, las pandillas ejercen control sobre la vida cotidiana: deciden quién puede vender, qué rutas pueden usar los vecinos y hasta limitan la entrada de extraños al barrio.
Esto significa que cada operativo no solo es un despliegue policial, sino un choque directo con estructuras que han tejido poder económico y social. Para la PNC, desarticular estas dinámicas requiere más que capturas: implica mantener presencia constante y ofrecer alternativas sociales a la población.
Testimonios desde la comunidad
Una vecina, que pidió anonimato, relató: “Vivimos con miedo. Cuando llegan los operativos, nos escondemos porque sabemos que habrá balaceras. Queremos paz, pero aquí mandan las pandillas”. Este tipo de testimonios refleja la tensión permanente entre las necesidades de seguridad y la realidad de quienes habitan en la zona.
Otros vecinos expresaron alivio por la presencia policial, aunque reconocieron que suele ser temporal. “Cuando se van, todo vuelve a lo mismo”, comentó un comerciante local.
Contexto histórico de El Gallito
El Gallito no es un caso aislado. Forma parte de un patrón en el que barrios marginales de la capital han sido cooptados por pandillas y grupos criminales. La falta de presencia estatal, sumada a la pobreza y exclusión social, abrió espacio para que estos grupos construyeran su influencia.
Investigadores señalan que, a lo largo de los años, la zona ha funcionado como “escuela” para estructuras criminales más amplias, donde se recluta a jóvenes y se consolidan jerarquías internas.
¿Qué sigue después del operativo?
David Boteo insistió en que los operativos no son aislados, sino parte de una estrategia para recuperar barrios enteros. El reto, reconoció, es mantener presencia policial constante, algo que demanda recursos y coordinación interinstitucional.
Según el ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, se está diseñando una estrategia integral que combina acciones policiales, inversión social y proyectos comunitarios para romper el ciclo de violencia en barrios como El Gallito.
La lucha contra el crimen organizado en zonas urbanas
El Gallito se suma a una lista de áreas urbanas donde las pandillas han impuesto su ley. La PNC reconoce que no basta con capturas masivas: se necesita inversión en educación, programas de reinserción juvenil y oportunidades económicas que debiliten la base social de estas estructuras.
En este sentido, la recuperación del barrio es vista como una prioridad, no solo por seguridad, sino también por dignidad urbana: devolver a los vecinos el control de sus calles.
El mensaje del Estado
Con el operativo en El Gallito, el Estado busca enviar un mensaje claro: ningún territorio está fuera de la ley. Sin embargo, el desafío es demostrar que la presencia institucional no será pasajera, sino permanente.
Analistas destacan que recuperar espacios dominados por el crimen organizado es uno de los indicadores más visibles del compromiso estatal con la seguridad ciudadana.
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